EL CANON DE LA SAGRADA ESCRITURA

 Alexander von Rechnitz

1.- No todo lo que brilla es oro..

Hemos dicho al comienzo que la Biblia no es un libro, sino toda una biblioteca de enorme variedad. También hemos dicho que esos libros fueron apareciendo en el transcurso de más de mil años (desde antes del siglo X antes de Cristo, hasta finales del siglo después de Cristo¿ y que algunos de ellos, y hasta todo el conjunto, pasaron varias veces por refundiciones y revisiones generales; por lo menos cuatro veces.

A pesar de toda esta historia de revisiones, refundiciones y paso por distintas manos, la Iglesia reconoce esa colección de escritos como "inspirados" por Dios. Hayan sido quienes hayan sido los redactores concretos, la Iglesia reconoce el resultado final (es decir, cada uno de los libros como lo dejó la última mano  como "inspirado" por Dios. Y no en cualquier forma, sino en forma tal que cada uno de esos libros contiene sin error cuanto afecta a nuestra salvación. Así lo dice el Concilio Vaticano II: "Hay que confesar que los libros de la Escritura enseñan firmemente, con fidelidad y sin error, la verdad que Dios quiso consignar en las sagradas letras para nuestra salvación".

Pero ya nosotros sabemos, por páginas anteriores, que en la época de Jesús corrían muchos escritos entre el pueblo judío como Palabra de Dios y que, sin embargo, ahora no son admitidos como "inspirados" ni por los judíos ni por los cristianos, sean católicos o no. Se les llama "apócrifos", en el catolicismo.

Tenemos un relato del famoso historiador judío Flavio Josefo que, a fines del siglo I de la era cristiana, nos dice cómo se pensaba en esa época, entre los judíos, acerca del montón de libros que corrían entre el pueblo como "inspirados". Dice: "Desde Artajerjes hasta nuestros días, todos los sucesos han sido narrados; pero no se da a esos escritos el mismo crédito que a los precedentes, puesto que no ha habido ahí sucesión continua desde los profetas. Los hechos muestran con qué respeto nos acercamos a nuestros propios libros. Después de transcurrir tantos siglos, nadie se ha permitido hacer ninguna adición, ningún corte, ningún corte, ningún cambio. Es cosa natural para todos los judíos,desde su nacimiento, pensar que ahí tienen las voluntades divinas, respetarlas, y, en caso necesario, morir gozosamente por ellas".

Esa, desde luego, representa la opinión oficial, no la popular, entre los judíos de aquel tiempo. Sólo para aducir un caso, sabemos que los judíos que vivían fuera de Israel admitían como "inspirados" otros siete libros: Tobías, Judit, Sabiduría, Eclesiástico, Baruc, los dos libros de los Macabeos, Ester y Daniel (estos dos últimos, no enteros, sino algunos trozos¿. Es la versión alejandrina o de "los 70" (hecha en griego en Egipto), y que fue la más reconocida en el siglo segundo a.C.

El hecho es que para el siglo I de la era cristiana ya entre los judíos estaba quedando consagrado por la aceptación oficial religiosa un grupo de libros admitidos como "inspirados". Muchos libros apocalípticos quedaron descartados, a pesar de la enorme aceptación popular que tenían.

El cristiano se encuentra ya con esta selección y para él, hasta el año 150 más o menos, Sagrada Escritura serán esos escritos judíos recibidos como "inspirados" desde la antigüedad.

Durante los primeros 200 años de cristianismo abundaron los escritos, ya con sentido cristiano, que pretendían satisfacer el ansia curiosa de conocer detalles acerca de Jesús, de su familia, de sus hechos de infancia, etc. Tales escritos, aunque en muchos lugares tuvieron gran aceptación, fueron rechazados por la comunidad cristiana, que nunca los admitió oficialmente como "inspirados". En esa línea hubo más de 60 "evangelios" que, para que fueran aceptados por la comunidad, eran presentados como escritos por alguno de los apóstoles o por varios de ellos. Hubo, por ejemplo, "Hechos de Pedro", "Hechos de Santiago", "Hechos de Juan", Apocalipsis de Pedro, Apocalipsis de Santiago, etc.

Por el lado contrario, sabemos de cartas legítimas de apóstoles, cartas que estuvieron en manos de la comunidad cristiana y que se nos han perdido del todo. También sabemos que algunos de los escritos que hoy tenemos como "inspirados" tienen atribuida falsamente una autoría que no les corresponde; por ejemplo la carta a los Hebreos, que no es de San Pablo.

Es en el Concilio de Nicea, en el año 325 de nuestra era, cuando se hizo oficialmente la primera selección. Escritos hasta entonces tenidos en muchas comunidades por Sagrada Escritura, "inspirada" por Dios, fueron rechazados definitivamente. Esa suerte corrió, por ejemplo, un libro llamado "El Pastor", de un tal Hermas, que era hermano del entonces obispo de Roma. Y libros que hasta entonces eran rechazados por algunas comunidades fueron recibidos oficialmente en la lista de los considerados "inspirados" por Dios; eso le ocurrió, por ejemplo, al Apocalipsis de Juan.

 

2.- El "canon"

El "canon" es la lista oficial de los escritos que la Iglesia ha reconocido como "inspirados".

La Iglesia Católica llegó a considerar como "La Biblia" es decir, el conjunto de libros "inspirados" por Dios para nuestra salvación la versión al latín que hizo en el siglo IV san Jerónimo; una versión a la que la Iglesia llamó la "Vulgata", la "popular". (Se llaman libros "canónicos").

Como los protestantes, prestando crédito a las razones seriamente aducidas por Lutero, discutieron la "inspiración"de algunos de ésos incluidos en la "Vulgata", el Concilio de Trento, en el siglo dieciséis, volvió a discutir el asunto y terminó por aprobar definitivamente, para los católicos, el "canon" que todavía permanece. Los libros que todos hemos considerado siempre como inspirados se designan "protocanónicos", los que los protestantes no aceptan como totalmente inspirados son llamados "deuterocanónicos".

 

3.- Criterios de selección

Para el Antiguo Testamento, la Iglesia se guió, en gran parte, por la práctica y enseñanza de Jesús y sus seguidores, que consideraron el Antiguo Testamento como "inspirado". Con la lista larga de libros aceptados por los judíos tanto dentro de Palestina como afuera, en la diáspora.

Para el Nuevo Testamento, el criterio para decidir que libros serían admitidos fue el de la "apostolicidad" del escrito. ¿Qué significa eso? Que la Iglesia recibió como "inspirados" los escritos que ella creía que habían sido redactados por los mismos apóstoles o por alguien que había mantenido un contacto muy estrecho con algún apóstol. Originalmente pues, la apostolicidad de un escrito era criterio de autoridad para su aceptación como "inspirado".

¿Cuál es el criterio decisivo? La aceptación como tal por la Iglesia. Si la Iglesia tiene la gracia, el carisma o don para interpretar válidamente la Sagrada Escritura a sus miembros, entonces tiene, lógicamente, la gracia, el carisma y don de definir y conservar el "canon".

 

4.- Conclusión importante acerca del "canon"

a. Lo que está revelado por Dios en la Sagrada Escritura es lo que tiene que ver con nuestra salvación; lo que no la afecta, no. Eso significa que la Biblia no pretendió hacernos físicos, biólogos, historiadores o geógrafos, sino creyentes. La Sagrada Escritura no pretende revelarnos nada de ninguna de esas ciencias, sino lo que tiene que ver con nuestra salvación, con la salvación de los seres humanos como cabezas de la creación.

b. Toda la predicación eclesiástica, como toda la religión, debe alimentarse de la Sagrada Escritura y dirigirse por ella. "Quien predica, hable como quien entrega palabras de Dios" (1 Pe.4,11). No se puede, pues, predicar ni enseñar nada que vaya en contra de la Sagrada Escritura y que, de alguna manera, no encuentre su fundamento en ella y en la explicación multisecular que la Iglesia ha dado de la Sagrada Escritura.

c. El magisterio ejercido por los obispos "no está sobre la Palabra de Dios, sino que la sirve", recuerda el Concilio Vaticano II.

 

5.- Detalles

Estamos muy acostumbrados a ver que la Biblia que usamos tiene capítulos y versículos, conforme a los cuales la citamos normalmente, pero quizá no sepamos que tal división de los libros, por œtil que nos parezca, no apareció sino tardíamente en la Iglesia. La división en capítulos se hizo en el siglo trece (la hizo el obispo inglés Esteban Langton en el año 1226) y los versículos se pusieron en el siglo dieciséis (concretamente en el año 1551). Fue una edición francesa, la del editor e impresor francés Robert Estienne, que traía conjuntamente con la traducción francesa el texto griego y latín, la primera que usó los capítulos y versículos que ahora conocemos. Lutero, tan buen conocedor de la Biblia, sólo conocía la división en capítulos de una Biblia inglesa del siglo XIII y así la usó. La división en capítulos, muy útil para citar la Biblia, a veces desbarata el sentido de un relato porque lo corta inoportunamente.

Las Biblias primeras venían con todas las letras en mayúscula y sin signos de puntuación. Este dato nos dejará sospechar que tal cosa podía también cambiar mucho el sentido de lo escrito.

Interpretar y estudiar la Biblia no es cosa fácil, pero sí importante. En todo caso, su mensaje fundamental sí es fácil de captar, y con la práctica hasta los detalles resultan accesibles.