VISIÓN DE CONJUNTO

PRIMERAS COMUNIDADES CRISTIANAS
Antioquía Jerusalén
"cristianos"

Visión sintética

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LA PRIMITIVA COMUNIDAD DE JERUSALÉN

Primitiva Comunidad de Jerusalén

1. Jesús fue condenado y crucificado en Jerusalén. También en Jerusalén se apareció a los once apóstoles (Lc 24,49.52; Hch 1,4.12). Estos permanecieron allí «unánimes en la oración con las mujeres y María, la madre de Jesús, y sus hermanos» (Hch 1,14). Estaban reunidos unos 120 hombres (Hch 1,15), y allí, a los cincuenta días (50=pentecostés), experimentaron la venida del Espíritu Santo (Hch 2,1).

Este fue el núcleo de la primitiva comunidad de Jerusalén; sus miembros eran judíos. Por la predicación de san Pedro en Pentecostés se convierten tres mil judíos, y poco después otros dos mil (Hch 2,5.22-29.36-41; 4,4).

Sobre la formación y vida interna de esta primera comunidad y la ulterior difusión del cristianismo estamos informados por los relatos de los Hechos de los Apóstoles, en los que se trasluce el encanto peculiar del primer crecimiento y del primer amor: la fuerza de la avasalladora verdad se manifiesta espontáneamente.

Lo más importante para la comprensión histórica es el hecho de que los convertidos al mensaje de Jesucristo formaban con los apóstoles una comunidad propia (Hch 2,41ss), y como tales vivían, pero no se separaron ni interior ni exteriormente de la sinagoga, ni eludieron la autoridad del sanedrín (Hch 21,24). Los miembros de la nueva comunidad se sentían realmente como plenitud del judaísmo, al que ellos, entendiéndolo según las enseñanzas de Jesús (con su persona como punto céntrico), comprendían mejor que sus padres. Celosamente participaban con sus sacrificios en el culto judaico; pero junto a ello tenían sus propias asambleas litúrgicas en las casas: «partían el pan», es decir, celebraban la santa cena «con júbilo y sencillez de corazón» (Hch 2,46s). Igual que Jesús en la última cena pronunció una acción de gracias, así hacían también sus discípulos. Por eso estas celebraciones litúrgicas se llamaron «eucaristía», acción de gracias. Hasta hoy, el núcleo de este servicio divino, la misa, es recuerdo agradecido y presencialización en acción de gracias de lo que el Señor celebró con sus discípulos «en la noche en que fue traicionado» (1 Cor 11,23).

Los cristianos de la comunidad primitiva (como en general las primeras comunidades) celebraban este servicio litúrgico, propio y privativo suyo únicamente en casas particulares (Hch 2,42). Mas los apóstoles también se atrevieron a anunciar el mensaje cristiano en el templo. Era natural que el judaísmo oficial se soliviantara y procurara impedir con palabras y sanciones semejante acción misionera (Hch 4,1-22; 5,17-40): una primera «persecución», una primera ocasión de «martirio», y el mismo éxito, que tantas veces se repetirá después: reforzado celo por la difusión del reino de Dios (Hch 5,42).

2. Del patrimonio de la religiosidad judía, heredado de los mayores, la primitiva cristiandad conservó la idea de que la comunidad debía estar articulada y dirigida por los ancianos; para ella, por tanto, era tan evidente como fundamental el concepto del ministerio espiritual con poderes plenos y perpetuos. La figura básica esencial de la Iglesia (docente con autoridad), según disposición de Jesús, ya existía en el ámbito palestino, antes de que el cristianismo penetrara en el mundo helenista. La estructura jerárquica estaba ya prefigurada en la dirección de la primitiva comunidad de Jerusalén por los «doce», que el mismo Señor había elegido, nombrado y enviado. Las fuentes describen como la cosa más natural el desarrollo orgánico de este gobierno autoritario, jamás una fisura del mismo, destacando entré los apóstoles a Pedro, Juan, Santiago el Mayor y, más tarde, Santiago el Menor.

3. Junto a estos elementos jerárquico-institucionales de la comunidad primitiva figuran también lo carismático y lo profético, y no con menor intensidad, aunque no lleguen éstos a eliminar a aquéllos. El milagro de pentecostés es el documento más significativo que conocemos. El mismo Pablo, que fue llamado de modo tan extraordinario, trabajó antes de su misión desde Antioquía con un grupo de «profetas y maestros» (Hch 13,1). También él nos da noticia de una multiplicidad de similares dones «libres» y vocaciones (charismata) en las primitivas comunidades. El mismo Apocalipsis lo resume diciendo: «El testimonio de Jesús es el espíritu de profecía» (Ap 19,10). Con lo que de una manera global se significa la noticia del Mesías, su llegada, su llamada a la penitencia y su juicio, y el sentirse afectado por la palabra y el testimonio de Cristo. El profetismo, pues, tiene su lugar legítimo en la Iglesia, es una vocación particular y directa de Cristo (Ef 4,11). Pablo resume lo autoritativo-institucional y lo carismático diciendo de la comunidad: «Estáis edificados sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas» (Ef 2,20; cf. 3,5).

4. La diferencia entre una clase directiva y docente en la Iglesia y la multitud de los creyentes (cf., por ejemplo, Hch 1,15-26; 3,15, «a nosotros se nos apareció el resucitado»..., no a todos) viene determinada por la vocación de los apóstoles, por su encargo de celebrar la eucaristía (los relatos de la cena), ejercer el poder espiritual y realizar su misión; la diferencia es inmensa e insalvable. Mas no por eso se debe olvidar que la comunidad como tal era corresponsable activo de toda la vida de la Iglesia: es patente el sacerdocio general de todos los fieles (la nueva criatura: 2 Cor 5,17; la estirpe sacerdotal: 1 Pe 2,5). En las primeras deliberaciones que conocemos de la comunidad primitiva, un amplio sector de ella toma notable parte en las decisiones. Todos los dones gratuitos y todos los ministerios de la Iglesia estaban unidos por el vínculo de la hermandad ante el único Padre del cielo.

5. Las peculiaridades de la primera comunidad se manifiestan por doble conducto: a) su mayor interés se centraba en permanecer incontaminados de este mundo (Sant 1,27); b) mostraban con su vida el cumplimiento de la palabra del Señor: «En esto conocerán que sois mis discípulos, en que os amáis los unos a los otros» (Jn 13,34s). Tenían un solo corazón y una sola alma (Hch 4,32). Muchos vendían sus bienes y entregaban su importe a los apóstoles. Socorrían a los pobres (Hch 4, 32-37). La mayoría de ellos vivían un comunismo voluntario, radicado en el amor de Cristo a sus hermanos. En su estilo de vida estos discípulos de Jesús constituían realmente una comunidad de santos. Vivían de la fe. Anhelaban la nueva venida del Señor.

6. Dentro de esta vida de amor de la comunidad primitiva, precisamente, hubo de surgir la tensión que tanto habría de pesar sobre las primeras generaciones cristianas, la cuestión: ¿judeocristianismo o paganocristianismo?

Entre los convertidos por la predicación de Pedro en Pentecostés se encontraban muchos judíos de la diáspora. Estos, a la hora de la distribución de los servicios o ayudas, se sintieron perjudicados. La disputa al respecto motivó la elección de siete diáconos (aquí aparece por vez primera un nuevo ministerio en la Iglesia), entre los cuales por lo menos dos de los más significados eran helenistas, hombres con marcada tendencia a la predicación misionera y sin los inconvenientes de los judíos palestinos: Esteban y Felipe.

Felipe fue, a lo que sabemos, el que admitió en la Iglesia al primer pagano (Hch 8,38). Esteban, que posiblemente había llegado a la comunidad junto con todo el grupo de los llamados helenistas, provenientes del círculo de los esenios (§ 4,4), y que, por tanto, tal vez se hallaba bajo la influencia espiritual de Qumrán, luchó contra la supravaloración de las ideas judías. Con él entramos de lleno en las fuertes tensiones que habrían de acompañar la desvinculación de las comunidades cristianas de las judías. En Jerusalén, aparte del templo, había también sinagogas en donde la Biblia no se leía en hebreo, sino en griego. Allí oían la palabra de Dios los judíos no palestinos que venían a Jerusalén. Debido a su lengua, mentalidad y estilo de vida helenista, mantenían cierta tirantez con los hebreos.

Estas rivalidades llegaron a ser aún más fuertes entre los discípulos judíos de Jesús. La disputa en torno a Esteban se originó en la sinagoga de Alejandría.

Jesús se había declarado cumplidor del Antiguo Testamento, de tal modo que no podía perderse ni una jota de la ley. Pero también él había extendido el reino de Dios a todos los procedentes de Oriente y de Occidente, mientras que los hijos del reino serían rechazados (Mt 8,12). Estas ideas, en completa armonía con las de Pablo, el Apóstol de las gentes, mueven tan fuertemente a Esteban que éste no tiene ningún miramiento con los vacilantes (Pablo aprenderá después a tenerlo): la ley termina con Jesús, y con ello el templo y la ejecución literal de las prescripciones ceremoniales (Hch 6,14).

De este modo se atrajo Esteban el odio particular de los fariseos. En el curso de estas controversias cayó víctima de la primera persecución masiva de los cristianos (Hch 6,8-3,3).

7. Esta persecución, tal como se originó, iba dirigida preferentemente (aunque no únicamente) contra los helenistas de la comunidad cristiana. Causó dolor en la Iglesia, pero se obtuvieron grandes ventajas: la prueba acrisoló y unió más estrechamente al joven rebaño, aumentó su conciencia de ser una nueva unidad diferente del judaísmo. En ellos creció el convencimiento de que debían difundir la predicación de Jesús:

«no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído» (Hch 4,20), declaran Pedro y Juan ante el sumo sacerdote. Algunos miembros de la comunidad (no los apóstoles) abandonaron Jerusalén, se repartieron por Judea y Samaria y se convirtieron, como los primeros bautizados en el día de Pentecostés al volver a sus casas, en predicadores de la buena nueva fuera de Jerusalén: en misioneros (Hch 8,1-4).

Así nació una nueva comunidad en Samaria, en un país no judío, semipagano. También así comenzó el cristianismo a sobrepasar al judaísmo. Y también con ocasión de esta persecución encontró el verdadero camino, que le convertiría de perseguidor en servidor y guía, el hombre que ha hecho por el cristianismo más que todos los demás: el fariseo Saulo, con el sobrenombre de Pablo (Hch 8,1.3 y 9,lss).

http://www.conoze.com/doc.php?doc=4884

 

(BREVE INTRODUCCIÓN)  La fundación de la comunidad cristiana de Antioquía

La llegada a Antioquía de los helenistas señala una fecha importante en la expansión del cristianismo y de la futura evangelización: Por primera vez se anunció a los griegos el evangelio. La comunidad de Jerusalén, preocupada por lo que allí estaba pasando, envió a Bernabé, que supo reconocer en aquel hecho la gracia de Dios (Hech 11, 23) y se fue enseguida a buscar a Pablo para reforzar la obra. La importancia de la nueva comunidad impresionó a los paganos que le dieron el epíteto de “christianos“, partidarios de Cristo (Hech 11, 26).

Pronto se manifestará el espíritu de comunión entre los grupos  de discípulos. Un profeta de Jerusalén, Agabo, anuncia la llegada del hambre y los hermanos de Antioquía hacen una colecta y confían sus ofrendas a Bernabé y a Pablo para llevarlas a los hermanos de Judea (Hech 11, 30).

http://rsanzcarrera2.wordpress.com/2008/06/09/la-fundacion-de-la-comunidad-cristiana-de-antioquia/

(EXPOSICIÓN MÁS DETALLADA) COMUNIDAD DE ANTIOQUIA

1.- La comunidad de Antioquia, capital de la provincia romana de Siria, nace de la persecución que recae sobre el grupo griego de la comunidad de Jerusalén: Los que se habían dispersado cuando la persecución provocada por el caso de Esteban llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquia. En principio, los dispersos anuncian la Palabra sólo a los judíos. Pero algunos chipriotas y cirenenses, al llegar a Antioquia, se dirigen también a los griegos (gentiles) y un gran número recibe la fe (Hch 11,19-21). ¿Por qué etapas pasa la comunidad? ¿Qué problemas afronta? ¿Qué nos enseña?

2.- En principio, la comunidad está llena de gentiles, que viven el Evangelio libre de la ley judía. Había precedentes: la conversión de Samaría (8,14), la de Cornelio (11,1). La noticia de Antioquía llega a oídos de la comunidad de Jerusalén y envían a Bernabé. Quien en su momento asumió la conversión de Saulo (Pablo) y le presentó a los apóstoles (9,27), es enviado a Antioquía para discernir la situación: Cuando llegó y vio la gracia de Dios se alegró y exhortaba a todos a permanecer unidos al Señor (11,22).

3.- La nueva comunidad necesita catequesis. Bernabé va a Tarso en busca de Saulo y le lleva a Antioquia: durante un año instruyen a muchos. La comunidad, formada en su mayoría por gentiles, tiene su propia identidad. Es en Antioquia donde por primera vez los discípulos reciben el nombre de cristianos (11,25-26).

4.- La relación con la comunidad de Jerusalén es abierta y fraterna. Por aquellos días bajan unos profetas de Jerusalén a Antioquia. Uno de ellos, llamado Agabo, profetiza una gran hambre sobre toda la tierra, lo que sucede en tiempo de Claudio (41-54 d.C). Los discípulos envían una colecta para los hermanos que viven en Judea. La entregan a los ancianos por medio de Bernabé y de Saulo (11,27-30). Estos vuelven de Jerusalén, llevando consigo a Juan, por sobrenombre Marcos (12,25). En casa de su madre, se hallaban reunidos muchos discípulos, cuando Pedro salió de la cárcel (12,12). Marcos es primo de Bernabé y partidario de la circuncisión (Col 4,10-11).

5.- En la comunidad de Antioquia hay profetas y maestros: Bernabé, Simeón llamado el Negro, Lucio el de Cirene, Manahén, hermano de leche del tetrarca Herodes, y Saulo. Mientras celebran el culto del Señor, dice el espíritu santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado. Entonces, después de haber ayunado y orado, les imponen las manos y los envían (13,1-5).

6.- De este modo, empieza la misión conjunta de Bernabé y Saulo (Pablo): Chipre, Antioquia de Pisidia, Iconio, Listra, Derbe, Perge. Con ellos va Juan (Marcos), que pronto se separa de ellos y vuelve a Jerusalén (13,7.13). En cada nueva comunidad designan ancianos (14,23). Terminada la misión, vuelven a Antioquia. Comparten todo cuanto Dios había hecho con ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe. Y permanecen no poco tiempo con los discípulos (14,27-28).

7.- Hacia el año 48, la comunidad de Antioquia lleva más de diez años, admitiendo en su seno a gentiles, sin imponerles la ley judía. La comunidad vive el Evangelio libre de la ley. Pero bajan a Antioquia algunos de Judea que enseñan a los hermanos: Si no os circuncidáis conforme a la tradición de Moisés, no podéis salvaros. Esto provoca una seria discusión de Pablo y Bernabé contra ellos. Pablo, Bernabé y algunos más suben a Jerusalén para tratar el asunto con los apóstoles y los ancianos (15,1-2).

8.- Surge así el llamado concilio de Jerusalén, un encuentro entre los responsables de la comunidad de Jerusalén, llena de judíos que observan la ley (613 preceptos), y de la comunidad de Antioquia, llena de gentiles que viven el Evangelio libre de la ley. El futuro de la Iglesia está en juego: ¿se acepta el Evangelio libre de la ley?, ¿se impone a los gentiles el legalismo judío?

9.- Después de larga discusión, Pedro se levanta y dice: Hermanos, vosotros sabéis que ya desde los primeros días me eligió Dios entre vosotros para que por mi boca oyesen los gentiles la palabra de la buena nueva y creyeran. Y Dios, conocedor de los corazones, dio testimonio en su favor comunicándoles el Espíritu Santo como a nosotros y no hizo distinción alguna entre ellos y nosotros, pues purificó sus corazones con la fe. ¿Por qué, pues, ahora tentáis a Dios queriendo poner sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros pudimos sobrellevar? Nosotros creemos que nos salvamos por la gracia del Señor Jesús, del mismo modo que ellos. La intervención de Pedro es decisiva. El apóstol recuerda su propia experiencia en el caso de Cornelio y saca las consecuencias. Bernabé y Pablo proclaman la acción de Dios en medio de los gentiles (15,7-12).

10.- Finalmente interviene Santiago, responsable del grupo que observa la ley judía: Hermanos, escuchadme. Simeón ha referido cómo Dios ya al principio intervino para procurarse entre los gentiles un pueblo para su nombre. Con esto concuerdan los oráculos de los profetas, según está escrito: Después de esto volveré y reconstruiré la tienda de David que está caída, reconstruiré sus ruinas y la volveré a levantar. Para que el resto de los hombres busque al Señor y todas las naciones que han sido consagradas a mi nombre, dice el Señor que hace que estas cosas sean conocidas desde la eternidad. Por esto opino yo que no se debe molestar a los gentiles que se conviertan a Dios, sino escribirles que se abstengan de lo que ha sido contaminado por los ídolos, de la impureza, de los animales estrangulados y de la sangre (15,13-20). No hay que imponer la ley judía a los gentiles que se convierten, pero los gentiles han de observar unos mínimos (ver Dt 32,17; Lv 18,6-18 y 17,10-12). Han de evitar los banquetes idolátricos: No podéis participar de la mesa del Señor y de la mesa de los demonios (1 Co 10,21;Dt 32,17); han de evitar relaciones inmorales (Lv 18,6-18;1 Co 5,1-13); finalmente, algo que facilita la convivencia (mesa común) de judíos y gentiles: no comer sangre (Lv 17,10-12).

11.- Al cabo de algunos días dice Pablo a Bernabé: Vamos a ver cómo les va a los hermanos en las comunidades recientemente fundadas. Bernabé quería llevar a Marcos. Pablo pensaba que no debían llevar consigo al que los había abandonado en la misión. Se produjo una tirantez tal que acabaron por separarse el uno del otro. Bernabé toma consigo a Marcos y embarca rumbo a Chipre. Pablo elige como compañero a Silas y parte encomendado por los hermanos a la gracia de Dios. Recorre Siria y Cilicia, consolidando las comunidades. En Listra encuentra a Timoteo, al cual (siendo su madre judía) circuncida. Por todas partes entrega las decisiones tomadas por los apóstoles y ancianos en Jerusalén (Hch 15,36-16,4).

12.- Pablo y sus compañeros atraviesan Frigia y Galacia, llegan a Tróade (16,6-8) y pasan a Grecia (16,9-18,18): Filipos, Tesalónica, Atenas, Corinto. En Filipos, la primera comunidad de Europa nace de un grupo de mujeres que se reúne para orar; entre ellas está Lidia (16,12-15). En Corinto, Pablo está año y medio. Ya de vuelta, desembarca en Cesarea, sube a Jerusalén y baja a Antioquia, donde permanece algún tiempo. Después recorre las regiones de Galacia y Frigia para fortalecer la fe de los discípulos (18,22-23). En Efeso está de dos a tres años (19,10;20,31), luego visita las comunidades de Grecia, pasa tres meses en Corinto (20,2) y hace una escala en Tróade, donde celebra la eucaristía el primer día de la semana (20,6-12). En Mileto, ya en camino hacia Jerusalén, se despide de los ancianos (responsables) de Efeso, evocando lo que le espera. Es el testamento de Pablo: Mirad que ahora yo, encadenado en el espíritu, me dirijo a Jerusalén, sin saber lo que allí me sucederá, solamente sé que en cada ciudad el espíritu santo me testifica que me aguardan prisiones y tribulaciones... ahora yo sé que no volveréis a ver mi rostro...tened cuidado de vosotros y de toda la grey, en medio de la cual os ha puesto el espíritu santo como vigilantes (obispos)... yo sé que después de mi partida se introducirán entre vosotros lobos feroces que no perdonarán al rebaño (20,17-35).

13.- Hacia el año 53, Pablo afronta la crisis gálata y apela al concilio de Jerusalén, el concilio de la libertad cristiana: Ni siquiera Tito que estaba conmigo, con ser griego, fue obligado a circuncidarse, ...viendo que me había sido confiada la evangelización de los incircuncisos, al igual que a Pedro la de los circuncisos, ... y reconociendo la gracia que me había sido concedida, Santiago, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos tendieron la mano en señal de comunión a mi y a Bernabé, nosotros iríamos a los gentiles y ellos a los circuncisos. Sólo nos pidieron que nos acordáramos de los pobres, cosa que he procurado cumplir (Ga 2,6-10).

14.- Pablo recuerda a los gálatas la reprensión que le hizo a Pedro en Antioquia, donde la presencia de judíos ya se hacía notar, había separación de mesa entre judíos y gentiles, y por miedo a los judíos se marginaba a los gentiles: Cuando vino Cefas a Antioquia, me enfrenté con él cara a cara, porque era digno de reprensión. Pues antes de que llegaran algunos del grupo de Santiago, comía en compañía de los gentiles; pero una vez que aquellos llegaron, empezó a evitarlos y apartarse de ellos por miedo a los circuncisos. Y los demás judíos disimularon como él, hasta el punto de que el mismo Bernabé se vio arrastrado a la simulación. Pero en cuanto vi que no procedían rectamente conforme a la verdad del Evangelio, dije a Cefas en presencia de todos: Si tú, siendo judío, vives como gentil y no como judío, ¿cómo fuerzas a los gentiles a judaizar? (2,11-14). La autoridad del apóstol, sea quien sea, “no está por encima de la palabra de Dios, sino a su servicio” (DV 10).

15.- La involución avanza de forma galopante. Con el concilio de Jerusalén había quedado claro que lo que salva al hombre no es un conjunto de prácticas legales sino la conversión al Evangelio. Como en Antioquia y en otras partes, aparecen en Galacia intrusos, adversarios de las decisiones conciliares, diciendo que es necesaria la observancia de la ley, que el fundador de la comunidad es un hombre que actúa al margen de la Iglesia. Entonces ese hombre levanta su voz: ¡Insensatos gálatas!... ya no hay judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer (3,28), manteneos firmes y no os dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud (5,1), habéis roto con Cristo todos cuantos buscáis la justicia en la ley, os habéis apartado de la gracia (5,4), habéis sido llamados a la libertad (5,13), evitáis el escándalo de la cruz, la persecución por causa de Cristo (5,11; 6,12), lo que cuenta no es la circuncisión ni la incircuncisión, sino la fe que actúa por el amor (5,6).

16.- Al parecer, tras la reprensión de Pedro y Bernabé, la comunidad de Antioquia deja de ser punto de referencia para Pablo. Se nota en sus cartas, la comunidad no vuelve a aparecer. Quien sí aparece es Marcos: él y Jesús, llamado Justo, son los únicos de la circuncisión que colaboran con Pablo (Col 4,10-11. En la carta a Filemón, Marcos y Lucas (ambos evangelistas) aparecen como colaboradores suyos (Flm 24). Desde Roma, donde Lucas le acompaña, Pablo escribe a Timoteo: Toma a Marcos y tráele contigo, pues me es muy útil para el ministerio (2 Tm 4,11). Le dice también: Ya sabes que todos los de Asia me han abandonado (1,15). De modo especial, Marcos está relacionado con Pedro: aparece con él “en Babilonia” (Roma) y le llama hijo (1 P 5,13). Según la antigua tradición cristiana, Marcos es “el intérprete de Pedro” y el autor del evangelio que lleva su nombre (Eusebio, HE III, 39,15). Ignacio, “segundo sucesor de Pedro como obispo de Antioquia”, es llevado a Roma “para ser pasto de las fieras” (HE III, 36,2-3); muere hacia el año 110 en la persecución de Trajano.

* Diálogo: ¿Por qué etapas pasa la comunidad de Antioquia? ¿Qué problemas afronta? ¿Qué nos enseña?

- en principio, está llena de gentiles, que viven el Evangelio libre de la ley

- Pablo y Bernabé instruyen a muchos durante un año

- la comunidad tiene identidad propia

- la relación con la comunidad de Jerusalén es abierta y fraterna

- algunos de Judea perturban a los hermanos

- concilio de Jerusalén: ¿se acepta el Evangelio libre de la ley?

- misión conjunta de Pablo y Bernabé

- separación de Pablo y Bernabé

- la presencia de judíos se hace notar, se da separación de mesa entre judíos y gentiles, se margina a los gentiles por miedo a los judíos

- la involución avanza de forma galopante

- ante la crisis gálata, Pablo apela al concilio de Jerusalén

- recuerda la reprensión de Pedro y de Bernabé

- la comunidad de Antioquía deja de ser punto de referencia para Pablo

- Marcos y Lucas (evangelistas) aparecen como colaboradores de Pablo

- como Jesús, Pablo sube a Jerusalén

- ante el legalismo cristiano (1752 cánones), ¿se necesita un concilio de Jerusalén en la Iglesia?

- evitar posiciones extremas: ya no hay judío ni griego, lo que cuenta no es la circuncisión ni la incircuncisión, sino la fe que actúa por el amor.

http://www.comayala.es/Proyecto/espa/antioquia.htm

 

Uso del término "cristiano"

"CRISTIANOS"

La palabra "cristiano" aparece sólo 3 veces en el Nuevo Testamento (Hechos 11,26; 26,28  y 1ª carta de Pedro 4,16.

Tácito, en sus Anales (14, 44) emplea este término, dando a  entender que en Roma, hacia los años 60, el pueblo llamaba "cristianos" a los seguidores de un tal Cristo.

En Hechos 11,26 se dice que este nombre ("cristianos") se dio por primera vez a los discípulos de Jesús en Antioquía, hacia el año 43. Es probable que fueran los gentiles los que pusieron ese nombre, ya que los judíos no admitían que Jesús fuera el Cristo. Con este nombre se expresaba que reconocían a los cristianos como un grupo religioso distinto de los judíos y que se caracterizaban por invocar a Cristo.

Cfr. Diccionario Enciclopédico de la Biblia,VV.AA., Editorial Herder 1993

 

EXPANSIÓN DEL CRISTIANISMO