Póngame las pilas, por favor

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Ultimamente, cada vez recibo más encargos - para intervenir en jornadas o acciones formativas- que se presentan así "mira, estamos hartos de tanto lamentarnos y necesitamos que nos pongas las pilas".

Si, parece que -al menos en una parte del tejido asociativo solidario- estamos concluyendo la etapa del duelo, del llanto por la crisis y las lamentaciones por el fin de una era, por el ocaso de un modelo organizativo envejecido, por la pérdida del sostenimiento financiero de papa estado... y está  llegando al fin la aceptación de nuestra realidad y con ella la decisión de tirar para adelante y seguir peleando.
 

Tal vez, ahora nos miramos al espejo y vemos más delgadas nuestras organizaciones, que han tenido que prescindir de mucha gente, de todo lo superfluo, lo que no era imprescindible. Y nos sentimos un poco abandonadas, sin el respaldo de una administración pública que no solo no tiene dinero para ayudarnos sino que  también carece de ideas para poner en pie soluciones alternativas y hasta parece indiferente a las causas sociales que defendemos y representamos.
 

Pero descubrimos que no estamos solas. A nuestro lado, muy cerca, hay otras muchas organizaciones de iniciativa social a las que antes nos costaba ver siquiera, porque eran "la competencia" con la que disputábamos los recursos, y ahora las vemos como compañeras con las que compartimos necesidades y dificultades pero también territorios y objetivos.
Descubrimos que las personas drogodependientes son a la vez mujeres, y pobres, e inmigrantes, y sufren discapacidades, y viven en los mismos barrios, y respiran el mismo aire contaminado, y han de defender los mismos derechos amenazados, y etcétera, etcétera. Comprobamos así que nos dirigimos a las mismas personas.
 

Nuestras misiones organizativas, nuestros fines y objetivos son perfectamente complementarios unos de otros, porque la realidad que compartimos es una sola, y en ella están interrelacionados todos los problemas, como lo están inevitablemente las soluciones.
Todas las organizaciones sociales estamos, como se dice, "en el mismo barco", y eso nos permite unir fuerzas y remar juntas, aprovecharnos mutuamente de las capacidades ajenas, compartir recursos, sumar los saberes particulares para multiplicar nuestra inteligencia colectiva que nos hace mucho más fuertes.
 

Ahora estamos aceptando que dependemos de nosotras mismas, de la gente que formamos las organizaciones y de la gente que nos apoya, y somos al mismo tiempo interdependientes, dependemos unas organizaciones de otras para poder alcanzar nuestros objetivos. Y reconocerlo así nos sirve para cargar las pilas y llenarnos de energía, de fuerza para enfrentar el futuro.
Es cierto que hemos tenido que abandonar una cierta "zona de confort" en la que vivíamos con relativa comodidad, concentradas en nuestros servicios y prestaciones subvencionados, en nuestra tarea subsidiaria de la administración. Es cierto que nos toca re-crear o reinventar nuestras organizaciones, nuestras formas de acción,  nuestros recursos, nuestras formas de comunicación con el entorno...
 

Pero la nueva era que iniciamos está llena de promesas, de búsquedas y descubrimientos, de retos ilusionantes y metas sólidas, que llenan de sangre y pasión nuestras venas organizativas, que nos rejuvenecen.
¡Larga vida a las organizaciones solidarias, que cambiaron el mundo muchas veces y volverán a hacerlo una vez más!